Nadie viene

martes, marzo 28

(Bitácora de "El corsario negro perfil del monte": el fauno de los mares...secos como Leonardo García.)

Había dos veces dos ballenópteros distintos: uno era yo en un sueño, de juguete y a pila. Otro un hombre que me gustaba y se llamaba Lourdes, y tenía un aspecto mongoloide, a lo Bjork. No se trata de dos historias y francamente dudo que se entrecrucen, así como dudo que esté escribiendo sólo por el hecho de que un par de veces había dos ballenópteros. Por un lado está mi sueño, que nada tiene que ver con la realidad, listo, nada de frases efectistas. En él soy un cetáceo de medio pelo y no alcanzo ni la sombra blanca de Moby Dick. Soy el divertimento diario(en un sueño pueden pasar más de dos días seguidos y pueden registrarse en agendas oníricas hechas a base de estupidez) de una niña hiperactiva que me tira todos los días, a la misma hora(también se pueden registrar las horas en otra agenda hecha a base de otro tipo de estupidez) a esa gran pecera llamada....pecera. Traumático escenario porque, cada vez que me hunde, no me deja respirar ni un minuto de aire, y yo necesito aire si soy ballenóptero, ¿no?: un fuente vaporosa que confunde aire y límpida agua se despide como un chorro efervescente del boquete que tengo en la cabeza, ¿no?, es así: más bien. Un día, el cuarto para ser exacto(en ese momento recuerdo haber establecido un parentezco sonoro entre el mosquito molesto que me zumbaba y el sonido de las espadas de La guerra de las Galaxias) me dejan como un trasto viejo sobre la mesa de la cocina, girando como un dínamo furioso, sobre la página editorial de la revista Paula: otra realidad se despedazó como pláncton frente a mis ojos. Leo aquella editorial sobre la incidencia positiva de una adecuada ambientación en la cocina y no lo puedo creer: mis propios ojos como grandes platos(raro en ballenópteros que suelen tener los ojos tan alegres como vacas de mar) eran testigos casi únicos de aquella fascinación, como si acabara de ver a un tiburón desdentado. Es que sí, de alguna forma que no puedo explicar en este momento, la editorial se convirtió en un gran tiburón desdentado, y, dado que la gran ballena blanca, ese terrible leviatán de los mares, seguirá navegando en la genialidad finita de Melville, este ballenóptero de cabotaje se dedica a navegar, como un bailarín floreado de alegría, por los mares infinitos de la tinta de Paula: la inmensidad que habita en el eco de lo hueco es el habitat natural de este ballenóptero que, a partir de un accidente de la memoria, logra edificar finísimos eslabones con el olvido. Quizá sea por eso que no pueda hablar de Lourdes en este momento. Solo puedo decir que algo parecido a la pierna de Ahab me une a ese gran pliegue mongoloide, gran.

Comments:
Sobre la relación entre Moby Dick y su colega que estuvo a punto de comerse a Gepetto.........hay varios puntos para aclarar. Me parece Atilio que un Pinocho puede ayudarte en tu tarea
 
Lo tendré en cuenta...
 
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