Nadie viene

sábado, marzo 25

El cerebro de Tom Clancy 2

La habitación un circo, los festones cuerdas de equilibrio, los helicópteros efectos especiales, Conny y Atilio dos payasos de rutina, y el cerebro ahí, convulso, tiritante, un muñequito de acción musculoso que bien podría ser un torpe funámbulo. Está bien, pero no. El cerebro no es un saltimbanqui, es el cerebro de Tom Clancy y su materia la más real de todas las materias, tan evidente como el aire. La escena no era extraña, la historia menos. La máquina que se encarga de producirlas -mecánico procedimiento- estaba intacta, salvo por algunos detalles amantes de la proliferación. Todos los elementos estaban en el lugar indicado y el cerebro seguía temblando...
¡Pummmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm! ¡Paaaaffff!
- Ahhhhhhhh, nos atacan - gritó Conny descompensada, a la vez que detectaba en el suelo la prueba irrefutable de que su hijo había estado ahí - ¿Un chasquiboom?, Jhonatan, Jhonataaaannnn, la puta mad....
- ¡Al sueloooo! Conny, nos están bombardeando. Agarrá el cerebro y vámonos.
- ¡Atilioooo! - el asombro de Conny se confundía con un síncope - el cerebro no está..
- Quéeeee?...se llevaron el......
Puuuummmmmmmmmmmmmmmmm bannnngggggggggggggggggggggggg
El silencio que escoltó a la tercera detonación se tiñó de oscuros presagios, como si fueran los mismos cabellos de Nostradamus.
- Mi hijoo, él no sabe nada, Jhonatan debe de pensar que es un juguete.
- ¿Qué pasa?, no entiendo nada, no sabía que tenías un hijo.
- Sí, lo adoptamos con Tom, pero se parece tanto a él - Dos segundos de paz que parecieron siglos inundaron la cabeza de Conny, que recordaba paisajes bucólicos en la meseta energética de Artigas, en un picnic con su familia y con su entrañable amigo George Almendras.
- Después me explicás, vámonos.
- No, hay que recuperar el cerebro de Tom, ahí está el secret..
- ¿Estás loca?, ¿perdiste la cabeza?...ahora es imposible
- Los dos la perdimos, pero ya la vamos a encontrar, lo prometo - Los ojos de Conny
se convirtieron en dos bolas de fuego minúsculas, coléricas, y dibujaban una estampa desencajada en el aire, como si no fueran de ella - tan tranquila- y fueran dos agujeros poderosos que se esgrimían en la espesura fumosa de un hongo gigante que se había formado en la habitación, un mucor que contenía las tres explosiones juntas, con el chasquiboom a la cabeza.

Mientras tanto, Conny y Atilio se fugaban por un pasillo secreto, y al llegar a un rincón asombrosamente cónico, apretaban el botón lila de una consola de Atari que decía "Búnker anti- aéreo". En otro punto del orbe, muy cerca de ahí -aunque parezca más lejos- el pequeño Jhonatan Clancy desenfundaba de su mochila una pelota algo ovalada con chichones y grietas:

- ¡Metroooooooooooooooooo! ¡Metroooooooooooooooooooo! - gritaba loco de alegría, mientras la parva de niños acudía fervorosa.
Pummmmmmmmmmmmmmmmm - Las explosiones ya estaban lejos, pero los puntazos producían un vago efecto subliminal, inverso, como si fuera la propia pelota la que se estrellara a piaccere contra aquellos antojadizos piecitos.

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