Nadie viene

miércoles, marzo 22

VOTO POR LA CASUALIDAD

Todo en la vida puede entenderse como una combinación de posibles sucesos, combinación única entre infinitas posibilidades. A veces nos olvidamos de esto, pues todo sale tan bien que parece que existiera dios y el azar fuera un cuento. ¿Por qué finalmente siempre comemos y no nos morimos de hambre? ¿Por qué será que en algún momento sentimos que por fin nos cruzamos con alguien digno de nuestra amistad o amor? ¿Por qué el sorteo siempre termina con el mismo resultado? Parece que hubiera tongo acá. Sin embargo, existen casos que nos refrescan la memoria del azar y le devuelven la complejidad a las cosas para que no se tornen aburridas. He aquí algunos ejemplos de eventos en que el sorteo salió mal.

EL MEJOR JUGADOR DE BAKGAMON DEL MUNDO NO GANÓ NUNCA UNA PARTIDA.
El bakgamon es un juego que combina en buena forma estrategia y azar. Si se enfrentan dos jugadores en varias ocasiones, lo más probable es que el mejor estratega de los dos termine por ganar más partidas que el otro, aquellas partidas que gane el segundo pueden ser explicadas por los caprichos de los dados.
Mi padre es el mejor jugador de bakgamon de la historia, pero nunca ganó un partido. Desde pequeños, todos mis hermanos fuimos educados en el bakgamon por nuestro padre, de quien sabíamos su condición de crá. A medida que los partidos, con los veranos, transcurrían y siempre eran victorias de los inexperimentdos, el triunfo era vivido con menos color de hazaña. Sin embargo, personalmente, cada vez que juego, gano, y luego pienso que le gané una vez más al mejor del mundo, me enorgullezco, al tiempo que me apiado de mi padre que, siendo tan buen estratega, nunca pudo ganar un partido.

EL CONOCIDO QUE CONOCIÓ TARDE A LAS MUJERES
Este caso es un poco más increíble que el anterior pero no menos verdadero. No puedo dar fé de que se trate de mi padre o de algún amigo cercano, pero se trata de un conocido de una conocida en la cual confío plenamente. Exhorto a los lectores ahora a que confíen plenamente en mí.
No voy a dar nombres, pero para ser claros pongamos que el conocido de mi conocida se llama Igor. El azar quiso que los primeros 37 años de vida de Igor fueran radicalmente distintos a los de cualquier persona jamás existente sobre la faz de la Tierra, pues Igor, en esos años, no se cruzó jamás con un ser humano de sexo femenino. Igor, al contrario de lo que podría presuponerse, no es el fruto de una pareja de lunáticos que encerró a su bebé recién nacido en un gallinero y lo alimentó con granos. No, no es el fruto de malas intenciones ni de ningún plan macabro (por lo menos, no humano). Fue adoptado por un padre soltero y vivió en una gran ciudad y se movió con total libertad dentro de ella e incluso cruzando sus límites. Casualmente, contra toda predicción lógica, Igor nunca se cruzó con una mujer durante 37 años. Cuando visitaba un kiosco, casualmente, solo estaba el kioskero y algún cliente macho. Al tomar un ómnibus, solo se topaba con el conductor-cobrador (casualmente, siempre le tocaron conches con conductor-cobrador) y algún viajante del mismo sexo. Al caminar por el barrio, las mujeres, vaya uno a saber porqué, no transitaban por la misma calle, y si alguna vez lo hicieron, Igor justo estaba mirando para otro lado.
Ni siquiera en conversaciones con sus compañeros de baby fútbol, insólitamente, escuchó hablar de algo así como una mujer.
La sorpresa de Igor cuando, en ocasión de los festejos de su 37º cumpleaños, sus excompañeros del Montesexto contrataron a una mujer que emergiera de una enorme torta de 12 pisos, fue enorme. Tardó toda la velada en comprender que no se trataba de ningún deforme ni de un amigo disfrazado.
De todas formas, ya con bigotes y 37 años, no se podía hablar de 37 pirulos, ya había conocido muchos más. Igor se topó al sexo antes que a las mujeres y el insólito resultado de las cosas no fue doloroso para Igor, un puto feliz.

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