Nadie viene

sábado, abril 15

Breve reseña

Si hay acción es mínima. Podría haber personajes, pero no los hay. Lo que hay aquí, en este brevísimo resumen de la canica dramática, es una acontecimiento. No hay personajes, como ya dijimos, pero hay “algo” que reemplaza o repleta con satisfacción ese hueco, como si fuera una risueña versión, corregida y abreviada, de algo, sí, de algo: No hay personajes, pero hay caras, una cara, un acontecimiento, un lugar: Mariano Tucci, Mariano Tucci, la redacción de la diaria. La cara, monumental título, lo es todo, todo lo copa en esta obra intrigante, colmada de gráciles guiños(o caras) a dos grandes rostros de la literatura: Chance Gardiner y Mr. Bartleby, el escribiente. En ambos casos Kosinski y Melville lograron vindicar la importancia suma de configurar el aspecto diferente de la cara como articulador no solo de una obra sino también de todo un imaginario, permitiendo entorpecer(valga el oxímoron) el trabajo del más fino pantomimo. Sin duda que la cara de Mariano Tucci es todo un desafío( la pregunta de qué es capaz de articular el rostro de Mariano Tucci en nuestro imaginario solo ampliaría las dudas), pero es tarea del crítico tentar las claves de lectura fisonómica, aproximaciones, perspectivas y hasta tendencias. Por lo pronto, errado no sería sentar las primeras bases de una tradición que ya arroja sus primeras luces: Por un lado, el aspecto accidental(Chance) del jardinero genialmente interpretado por Peter Sellers es legado prosopográfico indiscutible del trasiego errático de la cara, solo la cara, de Mariano Tucci. Por el otro, como un triángulo más misterioso que el de las bermudas, se abre el extraño caso de los dos compañeros copistas de Bartleby, que teniendo temples bipolares( cuando uno está rabioso de euforia el otro está sedado) conforman un precario pero justo equilibrio, condición de posibilidad para que un impávido rostro asegure su permanencia en el trabajo, el trabajo de escribiente. ¿Quiénes son los compañeros de Mariano Tucci?. No lo sé. Pero detrás de la convicción del enano que hizo sus descargas, aquí en este espacio, parece asomar otra asombrosa equivalencia: “No sabés lo que ví hoy.....La cara de Mariano Tucci”. Festejamos la inteligencia de la obra, pero más festejamos la inteligencia de su autor, que se mantiene en el anonimato.
Siempre sean bienvenidas las obras de arte, y más si son malditas.
(Es un sobreentendido que no son las obras, sino las vidas, las que son malditas, pero no existe biografía alguna que brinde pistas).

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