Nadie viene

martes, abril 4

Ocaso

Phil y Kate caminaban tomados de la mano por la playa. Era un bello atardecer de un verano que se negaba a irse. Habían dejado a Paul y Mary con los abuelos maternos, lo que les permitía tener una ansiada segunda luna de miel. Hacía cinco años que no tenían tiempo para ellos.
Phil miró a Kate, sintió que no tenía nada para decir. Prefirió observar el ocaso y contemplar el horizonte. Kate de reojo también posó por un instante la vista en Phil, recordó que debían telefonear a los niños, pero estaba absorta en tratar de conseguir una palabra escurridiza para finalizar un poema.
A unos cincuenta metros divisaron una especie de duna violeta, rodeada de una áurea negruzca.

-Un lobo marino muerto, dijo Phil mientras encendía un cigarrillo

- Mirá si es un oráculo y nos dice nuestro futuro, acoto ella sin intentar disimular el tono sarcástico.

-Vamos a pasar lo más lejos posible, detesto el olor a podrido de esos bichos.

Ella no dijo nada, ya había encontrado la idea pero no el sinónimo que produjera la rima asonante deseada.
Desviándose de la orilla lograron evitar toparse con el lobo marino, aunque no pudieron librarse del olor espeso.

-Que asco, el olor a podrido me da náuseas, dijo Phil mientras se tapaba la nariz con la mano derecha.

-Es el aroma del fin, dijo ella, en el preciso instante en que se dio cuenta de que la palabra escurridiza era: desenlace.

-Por suerte hicimos este camino, el olor debe ser mucho más fuerte cerca de la orilla.

-El olor no es más fuerte Phil, es más penetrante, más intenso.

-Decíle como quieras…………………

Volvieron a la posada. Ella se sentó a redactar los versos finales de su poema:
y un olor penetrante
anunció el desenlace"

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