QUELEPONÉ

Si me tocaban al Boby todavía. Pero no me lo pueden tocar porque un amigo me lo perdió en la mudanza y, no solo que lo dejó para lo último, sino que pretendió en aquel tiempo trasladarlo con un método, a la postre, falible, inexacto, de escaso estudio previo, en definitiva, con un método típico de despachante de aduana. Pero ante esto respondo con respeto, sabiendo que no soy como ellos, y que nunca voy a mudar un perro subido a una bicicleta al grito de "Boby, Boby, dale Boby". Platinadas, a mi me gustan las cosas platinadas, por lo tanto, se imponen algunas precisiones:
a) No es cierto que seamos pseudo-creativos. Por regla general, estamos un escalón más abajo, poco antes del sótano, buscando un pin llamativo que diga "ocurrente". Ser seudo-creativo es típico de despachante de aduana; suelen tener sus oficinas en pisos altos de la ciudad vieja.
b) El hombre- volqueta no se debate en ninguna frontera difusa(salvo por una corta estadía en Livramento) entre ficción y realidad. Es pura realidad. Sucede que, como la realidad(y como la arena que se escurre entre los dedos de los nabos que usan este tipo de metáforas), es difícil de atrapar: un fugitivo a lo Harrison Ford pero sin sentencia, sin Tomee Lee Jones, sin actores de reparto, sin extras, sin presupuesto(eso sobre todo), y sin Harrison Ford. Pero por sobre todo, sin despachantes de aduanas. Confundir realidad y ficción es típico de despachante de aduana. Se desprende el tercer punto:
c) Al hombre volqueta no lo creó nadie o, dicho de mejor modo, lo creamos todos, porque es un producto de la sociedad(aquí podría agregar "en que vivimos" o "toda"). De la misma manera en que todos sabemos que detrás de la usina Nro. 5 de la Intendencia reside una gaviota de dimensiones grotescas, pipona y obesa, sabemos, de esa misma manera, que el hombre- volqueta pulula como una noctiluca por todos los barrios de Montevideo comiendo anécotas, historias, "historias reales" por sobre todo, diría Andrés Sena. Las otras, las que deforman la realidad, degradándola al tamaño de un guijarro, esas historias, son típicas de despachante de aduana. Y esto me lleva a los otros puntos, me lleva como uno de esos troles reciclados o como otra cualquier cosa que "lleve", que son varias más:
d) Te respeto a vos, Muñeco, porque vas de frente, como yo, que voy de frente, y con respeto, Muñeco, ante todo, con respeto, ¿no?, Muñeco, que vas de frente, y eso es importante, ¿no?, Muñeco, sino lo más importante de todo, ¿si?, ¿es cierto?, ¿no?, Muñeco. Sé que solo trabajaste de cadete para aquel despachante, no te voy a culpar porque te queden vicios típicos de esa profesión, ¿no?, Darryl, digo, Muñeco. No voy a hablar ni de baldosas, ni de vasos rotos en la cocina, no. No sos despachante, y te perdono...Pero:
e) Zánder, todo acto, toda palabra, toda, está ineluctablemente impregnada de profesión, sí, profesión adulterina como el metanol. Empezar una caza de brujas con la terca diatriba de que "el enemigo está adentro", eso, sí, eso, es típico de despachante de aduana Zánder. Tomar un vasito de agua mineral sin gas mientras te hacés el paladín macartista, eso, sí, eso, es típico de despachante de aduana, Zánder.
Son pocas, en realidad, las cosas que no lo son: pero son las que valen. Este país necesita valores, y ustedes no están cooperando.
(A mi queridísimo amigo, Dogomelio, le pido disculpas, de caballero, y porque me gusta ir de frente. Un insuceso con mi paloma tipiadora provocó este malentendido, pero ya lo remedié, con otra paloma que tiene la cara igual a una ex compañera que se llama Florencia. A todo esto, qué curioso que algunas personas tengan caras de animales, ¿no?. Un abrazo Fraterno.)