Nadie viene

lunes, junio 19

Biografía(porque mi mente es) incompleta, parte 2

¿Qué pasa con mi librito?, pregunta George Bibelot. No es para menos. No lo ha leído nadie. Son sólo 67 páginas, no entiendo, o mejor dicho entiendo demasiado, tendría que haber nacido en otra época, lo que es lo mismo que decir que no tendría que haber nacido. Quizá la sentencia no sea exagerada. George Bibelot pone todo de sí. En “Librito” habla de fórmulas para ser un buen malabarista, “ilusión con las manos”. Si un juglar es capaz de figurar una “cascada” en el aire con bolas danzantes, un escritor puede “tirar” al aire sus capítulos, separarlos de la trama, piensa Bibelot. Cada episodio es un apellido, es parte de mí pero no es parte de nada. Cada presentación de su libro es un simulacro perfecto, repetido. Un malabarista-escritor(quién si no Bibelot) opta por hacer una rutina a base de libros(los suyos) y no de bolas, mientras de forma simultánea intenta leer uno de sus capítulos. La empresa se presenta imposible, no tanto por dificultad sino por ausencia de capítulos. El libro no está, de hecho, seccionado en capítulos, y leerlo todo de corrido haría de la rutina una extensión sin sentido, además de asegurar bostezos en la concurrencia. ¿Qué concurrencia?, si no hay nadie, no hay bostezos, y por efecto un escenario barroco en el que se revela la sustancia idéntica del fracaso y el éxito. La performance culmina con el bostezo del actor, extenuado por la demora de la rutina. Ha logrado leer su libro sin que se le cayera una sola de sus bolas-libros y sin provocar un solo bostezo, salvo el suyo. ¿Habrá leído todos los libritos a la vez? Es muy capaz, aunque haya posibilidad de que ello fuera, también, un simulacro. ¿Y si se lo sabía de memoria?¿Sería ese el gesto del ilusionista? No hay elementos para la sospecha, no hay elementos, tampoco personas en la sala, salvo Rosa, que a partir de la tercera y última presentación entra de forma accidental calando todo con su bastón. ¿A dónde se dirigía? El amor transforma la pregunta en una anécdota curiosa. La voz del ilusionista entra como un flechazo en el cuerpo de Rosa quien, de la mano de su bastón y sus oídos perfectamente normales, se convierte en su segunda lectora. George Bibelot no es un escritor marginal, tiene la realidad misma de un “buenas tardes” entre peces, consolidado, como un acontecimiento sin capturar por el foco de una cámara distraída. Permanece ahí, y ahí nadie lo ha visto, nadie tampoco lo extraña. Sólo Rosa, que tampoco lo ha visto, espera ansiosa su próximo librito. 2020. Empecemos de nuevo.

Comments:
Esto es vanguardia señores, no me vengan con pavadas tipo "Rayuela". Ahí había dos órdenes, capítulos prescindibles e imprescindibles es una perogrullada.....

Grande Bibelot, usted sí que es vanguarida.........sea lo que eso signifique
 
Son cabezas...
 
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