QUELEPONÉ

La reina, ella, aquella, la novia, la bocha, la bola. Quique Wolf, Romano, Charquero, Moar, Romano, Charquero. ¿Por qué siento que son la misma persona?. La magia de la televisión, y esto lo digo con la mayor de las convicciones, logra proyectar la imagen de muchas caras en una, como si fueran los “raros” del fútbol(lo siento Cuarteto, pero el truco es el mismo), creando así un monstruo pintoresco. “La reina” es una pelota redonda pero con aspecto altivo, monárquico y hasta absoluto, dulce pero implacable, rodeada de un jardín barroco, artístico, llamado pasto, y afanosamente perseguida – si no alabada- por instintivos jardineros. “Ella” es una pelota redonda, mitad mujer, mitad pelota, germinada quizá en el jardín anterior, como un extraño híbrido surgido de un mito desconocido, proferida(hecha) por un dios juguetón que suele personificar objetos inanimados con la convicción de que aquel recurso es un seguro pasaporte al “país de la asociación de ideas poéticas y desopilantes”. “Aquella” proviene, probablemente, de un mito cercano al anterior, aunque más alejado de nosotros. Es también una pelota redonda, mitad estela de mujer que ya está lejos, mitad pelota, que deja un camino de seda invisible tras su paso, y a los galanes jugadores boquiabiertos: se fue al córner. Impregnada de visos nostálgicos, “aquella” imprime la sensación de lo inalcanzable, como si todos los jugadores fueran Álvaro Gutiérrez o un golero elegíaco que se queja que la pelota, “aquella”, está demasiado liviana. “La novia”, además de ser una pelota redonda, es también terrible turra, ya se la “despeinaron” a tres dedos y el novio no sabe nada, un verso repetido, aunque sea la convidada( ohhh, otra metáfora) imaginaria y novedosa de alguna mente brillante. Qué decir de “la bocha”, esa pelota redonda, tan distinta como todas las pelotas que son redondas; un ajenjo importado de algún puerto fangoso más el voraz espíritu de un simpatizante de “Cebollitas” conforman el delicioso brebaje, tan adictivo como “la bola”, cuyo destilado apenas se distingue del anterior. No es una convicción sino una ansiedad típica de niño la que recorre estas últimas composiciones:”¿Qué es lo que me falta para trabajar en Fox?”...