QUELEPONÉ

"Para decir lo que quiero decir y no puedo, doy vueltas: una flor hermosa en la mitad de la nada, la tomo o la dejo. La miro, le saco una foto, la escondo, le robo el olor, la mimo, le saco una hoja. No sé qué hacer, qué es lo justo para ella, para mí, para los dos. Con el dolor del alma pero feliz, la quiebro por la base, con amor, con la levedad dulce de una brisa de verano. La veo mía, despegada del suelo, un clavel del aire en mi mano y sonrío apenas, intentando dejar atrás la violencia de mi gesto. Camino algunos pasos con la flor en mis manos, la llevo como una madre llevaría a un recién nacido, siento que soy un hereje. Me freno, limpio mi cerebro de tonterías y me digo que esta flor estaba pronta para mí, que está bien haberla cortado, que para eso es que una flor está sola al costado del camino, haciendo autostop, para que alguien se la lleve. Y me digo que es la flor más bella y sus colores los más armoniosos, que es única, que somos únicos. Con el buen pensamiento instalado entre mis ojos avanzo sin mirar atrás, calmo, sintiéndome afortunado por el hallazgo.

Diez metros luego, encuentro, junto al camino, otra flor igual de bella a la que tengo pegada a mi pecho.
Tal vez más bella."