QUELEPONÉ

Ligeramente enanada, su cara ( o su cabeza), pero linda igual, actriz, periodista, mujer, es un milagro de la naturaleza. Su frente prominente tiene la virtud de despertar una extraña y secreta delectación en el observador: No es enana del todo y posee, sin embargo, la belleza convencional de las mujeres carentes de sensualidad. No voy a caer en el pozo recurrente de las mitades (¡qué pozo ése!). No, no es mitad enana, mitad mujer. Los enanos también son seres humanos, como los árboles, las flores, y el polen incluso, que se desprende, se cae, desaparece, en perfecto silencio, como la voz imperceptible del liliputiense que lleva adentro, que se llama “Polen”. Su nariz es un recorte mínimo, decorativo, y representa un relieve tan refinado como insignificante. Su boca está debajo de la nariz, y está bueno que sea así. Es la enana más estilizada del mundo, y es nuestra. Hace de la vestimenta un rito creativo, pero no clásico. Si pudiera confundir cada prenda (unos zapatitos de charol de muñeca japonesa, por ejemplo) con la pincelada ocasional de un artista decadente y alcohólico, lo haría, y con el más dulce de los encantos. ¡De última “el gesto” es el mismo! Una mención especial para sus ojos claros, infantiles, con un toque de paraíso perdido, y que reflejan mágicamente un reino suspendido en la indiferencia, más parecida a la expresión de una vaca “jugando un serio” que a la mirada esquiva de una cortesana del renacimiento. Es, nuestra enana refinada, una petit- enana, en realidad, una delicada redundancia que solapa ingenuamente cada detalle de su cara con el peso monstruoso de su frente, por momentos a punto de caerse...¡Qué truco fantástico!

¿Quién es?